Historia de la música 5.º

El siglo XVII

La transición del Renacimiento al Barroco

Hacia 1600, varios músicos italianos eran conscientes de la necesidad de hacer cambios en el estilo musical dominante (la polifonía imitativa del Renacimiento). Las razones que llevaron a estos cambios fueron varias:

Comprensión de los textos.

Se insistía en que un texto cantado en forma polifónica por cinco o seis voces era incomprensible; solo podría entenderse bien si lo cantaba un solo intérprete.

Expresividad.

En todas las artes, desde fines del siglo XVI se buscaba una mayor expresividad, lo que en lenguaje de la época se llamaba «mover los afectos». En música esta expresividad se apoyaba en el texto cantado, y para resultar eficaz debía emplear todos los recursos de los cantantes.

Música como espectáculo.

Los aristócratas del Renacimiento, los «cortesanos», según las modas de la época, debían ser personas cultas, entender de arte y poesía, y saber cantar y tocar instrumentos. La música vocal se componía y publicaba para estos dilettanti, intérpretes no profesionales pero de alto nivel. Poco a poco, esta moda desaparece y los aristócratas prefieren ser espectadores de intérpretes profesionales y virtuosos. El aumento del virtuosismo, a su vez, acaba con la existencia de esos dilettanti y convierte la música en un gran espectáculo.

Para cumplir con estas condiciones no servían las técnicas musicales del momento, por lo que los músicos desarrollan técnicas nuevas. Entre ellas están las siguientes:

Bajo continuo.

La voz más grave se convierte en el soporte armónico del conjunto; el compositor escribe la melodía e indica con cifras la armonía que debe desarrollarse; los intérpretes tienen que improvisar en el momento esa armonía, siguiendo las instrucciones del bajo cifrado.

Los instrumentos que realizaban el bajo eran de dos tipos: instrumentos melódicos, como la viola da gamba, el violoncello o el fagot, que interpretaban la melodía escrita; e instrumentos armónicos, como los de tecla (órgano, clave) o cuerda pulsada (laúd, tiorba, arpa), que desarrollaban los acordes.

Melodía acompañada.

Es el resultado de lo anterior: el bajo continuo permitía que un solo cantante (o un solo instrumento) realizara la melodía, sin recurrir a la textura monofónica, considerada menos «musical».

Esto permitía que el texto fuera cantado por un solo intérprete, solucionando el problema de la comprensión y permitiendo una mayor expresividad. Al mismo tiempo, la importancia que adquiere el cantante solista (y más tarde el instrumentista) permite el desarrollo del virtuosismo.

Contrastes.

En primer lugar, se da un contraste de tesituras al aislar la voz más aguda y acompañarla de la más grave; pero también abundan los contrastes dinámicos, tímbricos, agógicos… que aumentan la expresividad.

Estilo concertado.

En el Renacimiento, los músicos componían pensando en tesituras, que podían ser interpretadas por voces humanas, instrumentos o ambos. Hacia 1600 se empiezan a componer partes vocales y partes instrumentales diferenciadas en una misma composición. Esta unión de voces, instrumentos y bajo continuo se conoce con el nombre de estilo concertado. Este estilo permite composiciones más complejas y largas, por tanto más expresivas.

Todo esto se puede comprobar comparando diferentes madrigales (canciones amorosas) de hacia 1600, por ejemplo de Claudio Monteverdi o Giulio Caccini. Monteverdi publicó nueve libros de madrigales en los que se ve la evolución desde la polifonía vocal inicial a la melodía acompañada y el estilo concertado. Caccini publicó en 1601 Le nuove musiche (Nuevas piezas de música), indicando desde el título la novedad de la técnica de composición.

Comienzo del madrigal «Perfidissimo volto», de Giulio
    Caccini
Comienzo del madrigal «Perfidissimo volto», de Giulio Caccini, incluido en Le nuove musiche. El pentagrama superior corresponde al canto; el inferior es el bajo continuo, en notas habitualmente largas con la armonía cifrada.

El conjunto de innovaciones que se dan hacia 1600 marcan el final de una época musical, la del Renacimiento, y el comienzo de otra que conocemos actualmente como Barroco.

La variedad de estilos

En el siglo XVII, los músicos eran conscientes de la diversidad de estilos que tenían a su disposición para componer obras musicales. Anteriormente, durante el Renacimiento, había un estilo principal —el contrapunto imitativo— diversificado en tendencias regionales; pero en la época barroca, la diversidad de estilos es una característica central de la música: los compositores eligen el estilo más adecuado a la pieza que van a componer, de acuerdo con los criterios de su época. Aunque los estilos se diferencian, naturalmente, por características musicales, los teóricos suelen establecer una primera clasificación basada en la función de la música y el lugar donde se ejecuta; se distinguen así tres estilos principales:

Estilo eclesiástico.

Es el estilo apropiado para la iglesia, y consiste básicamente en continuar el estilo contrapuntístico del Renacimiento, con una mayor tendencia a la homofonía, sobre todo en los países católicos (siguiendo las directrices del concilio de Trento).

Estilo camerístico.

Estilo apropiado para la música «doméstica» que se realiza en los palacios de los aristócratas para el disfrute personal. Normalmente utiliza pocos medios —una o dos voces, bajo continuo, un par de instrumentos— y se plasma en piezas breves.

Estilo teatral.

Estilo apropiado para las representaciones teatrales, fundamentalmente la ópera. Consiste normalmente en la alternancia de recitativos y arias, con varios cantantes e instrumentistas, y a veces con coro.

Esta clasificación de estilos se refiere principalmente a la música vocal, ya que la música puramente instrumental tiene menor relevancia en la iglesia y en el teatro.

Del madrigal a la cantata

Las primeras composiciones vocales de cámara que utilizan las técnicas del bajo continuo y la monodia se pueden clasificar en dos grupos:

A lo largo del siglo XVII se da en la música vocal (y también en la instrumental) una evolución desde formas breves a formas más desarrolladas, que permitían el lucimiento de cantantes virtuosos y una mayor espectacularidad de la interpretación. Los primeros madrigales estaban íntegramente en estilo recitativo; pero después, al componer piezas cada vez más extensas, se vio que era conveniente utilizar otros estilos que contrastaran, para evitar la monotonía. Se utilizan así pasajes en ritmo más regular y vivo, como el de las arias estróficas, aunque el texto sea el habitual del madrigal; a este estilo se le llama arioso. Poco a poco, aparecen pasajes que son propiamente arias, aunque consten normalmente de una sola estrofa.

A esta forma «desarrollada» de madrigal se le aplicaron diversos nombres, pero el que triunfó finalmente fue el de cantata. Entre los compositores que desarrollaron este género musical se encuentran Claudio Monteverdi, Luigi Rossi, Francesca Caccini y Barbara Strozzi.

A fines del XVII, las secciones de la cantata se habían convertido ya en movimientos independientes, que se repartían en dos estilos: recitativo y aria. Las cantatas de esta época son sucesiones de movimientos de ambos tipos, en diversas formas, de las que la más frecuente es la forma RARA (Recitativo - Aria - Recitativo - Aria).

En estas cantate de più parti (cantatas de varias partes), los recitativos presentaban la situación, describiendo y narrando, mientras las arias mostraban las emociones de los personajes en forma lírica y buscaban «mover los afectos» de los oyentes-espectadores; las arias eran las partes preferidas del público y las que presentaban un mayor desarrollo musical.

Aunque había diversos tipos de arias, la más utilizada fue la llamada aria da capo, con forma ABA: el texto se divide en dos secciones a las que se aplica diferente música; tras la segunda se repite da capo la primera, momento en el que los cantantes podían ornamentar y variar la melodía para mostrar sus capacidades vocales.

En este tipo de cantatas, junto a la voz y al continuo, suelen incluirse otros instrumentos, normalmente dos violines, que dialogan con la voz o marcan el comienzo y el final de las secciones con estribillos instrumentales (ritornelli).

El más importante compositor de cantatas de fines del XVII y comienzos del XVIII es Alessandro Scarlatti, del que se conservan más de 600 cantatas.

El nacimiento de la ópera

Las técnicas musicales que se desarrollan hacia 1600 en la música vocal son principalmente el bajo continuo, la monodia, el estilo recitativo y el estilo concertado. Estas técnicas iban orientadas a mejorar la comprensión de los textos y conseguir una mayor espectacularidad en la interpretación. Si a todo esto le añadimos la idea «barroca» de unión de las artes (que se ve también, por ejemplo, en los retablos), resulta comprensible que el producto musical más claramente barroco sea la ópera.

El nacimiento de la ópera va unido inicialmente a los intentos de recuperar el modo de representación del antiguo teatro griego y romano. En Florencia, estos intentos se concentran en un grupo de artistas e intelectuales conocidos como Camerata. Algunos de sus componentes serían, con el tiempo, los primeros en poner en escena una obra teatral cantada de principio a fin, es decir, lo que ahora llamamos «ópera» (aunque este nombre no se utiliza hasta muy entrado el siglo XVII).

En sus primeros momentos, la ópera es un espectáculo cortesano, y como tal tiene dos características singulares: el «derroche» de medios económicos para su puesta en escena, y su asociación con acontecimientos importantes (bodas, cumpleaños…) que hacen que se representen una sola vez, aunque luego se publiquen los libretos y partituras como «publicidad», sin intención de nuevas representaciones.

La primera ópera de que tenemos noticia es Dafne, con música del cantante y compositor Jacopo Peri, que se estrenó en Florencia en 1598; conservamos el texto, pero no la música. La primera ópera conservada se representó en 1600, también en Florencia, con ocasión de una boda real; se basaba en el mito de Orfeo y llevaba como título el nombre de la protagonista femenina, Eurídice; la música era, en principio, de Jacopo Peri; en ella participaba también como cantante Giulio Caccini, que compuso también su propia música para el texto —parece ser que también la interpretó en la representación en lugar de la de Peri— y al año siguiente aparecieron publicadas las dos partituras. Las rivalidades entre los dos músicos fueron causa, entre otras, del escaso éxito de la obra.

Siete años después, en 1607, se representa la primera obra maestra del género: el Orfeo de Claudio Monteverdi, sobre la misma historia mitológica. Esta vez sí fue un éxito, y al músico se le encargó la composición de una nueva ópera al año siguiente. Compuso Arianna, sobre el mito de Ariadna y Teseo, cuya música no se conserva, salvo la de la escena principal (el lamento de Ariadna al ser abandonada por Teseo en la isla de Naxos), que se hizo enormemente popular y fue transformada en cantata por el propio compositor.

La ópera cortesana continuó desarrollándose hasta finales del XVIII. En el decenio de 1620 fueron importantes las óperas de Francesca Caccini, en Florencia; y las óperas sobre temas religiosos que se representaron en Roma.

Una segunda etapa en el desarrollo de la ópera comienza en 1637, en que se inaugura en Venecia el primer teatro de ópera; nace así un estilo nuevo (que coexiste con el anterior), donde lo importante es mantener el negocio: las óperas buscarán atraer al público con medios muy escasos, a diferencia de la ópera cortesana. Los argumentos serán novelescos e históricos en lugar de mitológicos, se incluyen escenas cómicas con personajes populares, el estilo de aria domina sobre el de recitativo…

En esta nueva ópera destacan como compositores el mismo Claudio Monteverdi, con sus últimas óperas (El retorno de Ulises y La coronación de Popea) y su discípulo Francesco Cavalli, el más importante autor de óperas de mediados del siglo.

Hacia el final del siglo, un afán clasicista lleva a la reducción de personajes, eliminando sobre todo los personajes populares y con ellos las escenas cómicas; nace así la llamada ópera seria, que presenta argumentos tanto mitológicos como históricos; musicalmente consiste en una sucesión de recitativos y arias (casi siempre arias da capo), como en las cantatas de cámara, a veces con un coro final a cargo de los mismos cantantes solistas. El principal compositor de este género es también Alessandro Scarlatti.

La ópera fuera de Italia

La ópera fue creación italiana, pero se extendió rápidamente a otros países europeos:

Francia:

durante el reinado de Luis XIV, el Rey Sol, se crea un modelo propio de ópera cortesana dominada por el compositor Jean-Baptiste Lully. La ópera francesa se diferencia de la italiana en varios aspectos, entre ellos el uso diferente de recitativos y arias, y la importancia del ballet.

Alemania:

en Hamburgo se desarrolla un modelo de teatro de ópera similar al de Venecia.

Inglaterra:

aunque el modelo teatral dominante es el de Shakespeare, a fines del siglo hay algunos intentos de crear una ópera inglesa; la obra fundamental es Dido y Eneas, de Henry Purcell. El género más importante, sin embargo, es la semiópera, que intercala escenas musicales (masques) entre las escenas habladas; también en este género el principal compositor es Purcell.

España:

el modelo teatral es también el hablado (con pequeñas intervenciones de músicos), con las comedias de Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca. Pero también se hace teatro musical, principalmente con textos del mismo Calderón, y siempre para el ámbito cortesano; junto a la ópera propiamente dicha, aparece un género mixto (hablado y cantado) que se conocerá con el nombre de zarzuela. Entre los compositores destacados de estos géneros están Juan Hidalgo y Sebastián Durón.

La música vocal religiosa en el XVII

Dentro de la diversidad de estilos señalada anteriormente, la música vocal religiosa se encuadraría en general en el estilo eclesiástico. Sin embargo, esta música presenta mucha más diversidad de estilos que la camerística y la teatral, ya que incorpora, además de las técnicas propias del estilo eclesiástico, las de los otros estilos, creando así una gran variedad de géneros.

Los diversos estilos de la música religiosa se pueden clasificar del siguiente modo:

El stile antico

El llamado stile antico (estilo antiguo), o también estilo grave, corresponde al estilo eclesiástico indicado anteriormente. Se trata fundamentalmente de utilizar el contrapunto imitativo característico de la etapa anterior —de ahí lo de «antiguo»—. Este estilo se mantiene durante todo el siglo XVII e incluso en el XVIII.

En general se trata de composiciones a capella, sin acompañamiento instrumental; el término surge en esta época, para diferenciarlo de las composiciones concertadas que incluían partes instrumentales. Las características más destacadas de este estilo son:

Prácticamente todos los compositores del siglo XVII crearon obras de este estilo, desde Monteverdi hasta Alessandro Scarlatti.

El estilo concertado

La música vocal religiosa asimiló también las técnicas de la música vocal profana: bajo continuo, melodía acompañada, instrumentos obligados (es decir, partes escritas específicamente para ciertos instrumentos). Como resultado, aparecieron formas musicales nuevas, a veces semejantes a las formas camerísticas, pero en otros casos muy diferentes. Los géneros más afectados fueron principalmente los no litúrgicos (motetes, principalmente) y algunos del oficio, sobre todo de vísperas (salmos, cánticos, himnos). La misa, en general, se siguió componiendo en stile antico; para otros cantos (antífonas, responsorios, etc.) se utilizaba el repertorio gregoriano.

En el estilo concertado se dan dos tendencias diferentes:

A lo largo del siglo XVII estas piezas, principalmente las del segundo grupo, pasan de una duración breve y la división en secciones a una duración mucho mayor y división en movimientos separados. En el Barroco tardío, ya en el siglo XVIII, las dimensiones serán enormes.

También este estilo fue practicado por la mayoría de los músicos. Monteverdi, por ejemplo, lo utilizó en muchísimas obras, desde las Vísperas de Nuestra Señora, de 1610, hasta las piezas incluidas en la colecciónSelva moral y espiritual, de 1640. En Alemania destaca la figura de Heinrich Schütz, que estudió en Venecia con Gabrieli y conoció a Monteverdi; publicó tres libros de Sinfonías sacras y muchas otras piezas religiosas; curiosamente, nunca ocupó un puesto eclesiástico y fue siempre un músico de corte. En los conventos femeninos también se interpretaba y componía música vocal concertada; entre las compositoras de la época destacan Caterina Assandra e Isabella Leonarda.

El oratorio

También el estilo teatral de la ópera se aplicó a composiciones religiosas, dando como principal resultado el género llamado oratorio. Se trata en principio de una pieza no litúrgica —es decir, que no se incluía en los servicios religiosos— que se interpretaba sin representación, decorados ni vestuario, aunque en lo demás presentaba las mismas características que la ópera: argumento dramático, cantantes que representan papeles, alternancia de recitativos y arias, orquesta y bajo continuo acompañantes. Nace en Italia, como la ópera, y se extiende después a otros lugares de Europa.

El oratorio se desarrolla en dos etapas:

Oratorio latino

Se le llama así porque el texto está en latín. Su creador es Giacomo Carissimi, que trabajó en el Colegio Germánico de Roma, donde acudían alumnos de diversos países europeos, lo que contribuyó a la difusión del género. En este tipo de oratorio, normalmente con recursos reducidos, existía un personaje narrador, el historicus, junto a los personajes que representaban los papeles principales. Al final todos los cantantes se reunían en un coro.

Oratorio italiano

Se desarrolla en la segunda mitad del XVII. Los textos están en italiano, desaparece el historicus, la música consiste en la alternancia de recitativos y arias (sobre todo arias da capo) y los recursos son mayores. En la práctica, es una ópera de tema religioso sin representación teatral.

Además de Carissimi, destacan como autores de oratorios el francés Marc-Antoine Charpentier, discipulo directo de aquel. También Schütz compuso oratorios, pero con el texto en alemán y mayor presencia del coro. El maestro del oratorio italiano es Alessandro Scarlatti, que destacó también como hemos visto en todos los géneros de la música vocal, y que tuvo como discípulo a Händel, que difundió después el oratorio en Inglaterra.

La música instrumental en el XVII

Hasta el siglo XVI, la música vocal era con diferencia más importante que la instrumental, en cuanto a cantidad de obras, diversidad de estilos y utilización; en el XVIII, la música instrumental supera a la vocal. El cambio se produce en los últimos decenios del XVI y a lo largo del XVII. Se pasa de una concepción musical basada en las tesituras (es decir, el compositor crea una «voz», una «parte» que puede ser interpretada por cantantes o instrumentistas indistintamente, siempre que se ajusten a la tesitura utilizada) a una concepción en la que el timbre vocal o instrumental y las capacidades técnicas son lo importante.

En el siglo XVII se produce también la evolución técnica de algunos instrumentos, como son los de la familia del violín (es la época de Stradivari, Amati, Guarneri, etc.). Algunos instrumentos de prestigio empiezan su decadencia (viola da gamba, flauta de pico, laúd), mientras otros comienzan su despegue (clave, violines, flauta travesera, guitarra); otros se inventan entonces (oboe). Los músicos potenciarán las capacidades individuales de cada instrumento escribiendo partes específicas (instrumentos obligados).

Strumenti musicali, de Evaristo Baschenis
Strumenti musicali, de Evaristo Baschenis (h. 1660). Se observan una espineta, dos laúdes, una flauta de pico, un violín y un violoncello.

La música instrumental se puede clasificar en tres grandes estilos:

Estilo fantástico.

Ya entonces se llamó «fantástico» al estilo que imitaba la improvisación; la técnica improvisatoria era imprescindible para los instrumentistas del XVII, y muy especialmente para quienes interpretaban la parte de bajo continuo. Las piezas de este estilo tienen carácter improvisatorio, muchas veces no se ajustan a un compás regular y se componen por lo general de secciones breves muy contrastadas.

Los nombres más habituales para este estilo son toccata, preludio, tiento, voluntary, fantasía, etc.

Estilo contrapuntístico.

Consiste en aplicar las técnicas del contrapunto vocal a un grupo de instrumentos, o a un instrumento polifónico; entre esas técnicas destacan la imitación, la inversión, la aumentación, la disminución, etc. Las piezas de este estilo presentan un mayor rigor formal.

En este grupo se sitúan el ricercare, la canzone, el cappricio; también se utiliza a veces el nombre de fantasía. En el siglo XVIII la gran forma instrumental contrapuntística será la fuga.

Estilo de danza.

Las danzas fueron desde la Edad Media el ámbito más adecuado para la música instrumental, aunque su consideración artística era escasa. Desde el XVI se convierten en terreno favorito para la experimentación con instrumentos, gracias a sus ritmos marcados y a su estructura basada en frases breves y frecuentes cadencias.

La forma general de una danza es la forma binaria, con dos secciones (A y B) que se repiten, dando como resultado una forma AABB. En la sección A suele haber una modulación desde la tónica hacia la dominante, y en la B la modulación inversa. La sección B utiliza habitualmente el mismo material melódico que la A, pero puede añadir material nuevo o desarrollar el anterior. En esta forma con desarrollo está uno de los antecedentes de la futura forma clásica de sonata.

Las piezas de este estilo reciben nombres de danzas tradicionales de distintos lugares: allemande, courante, zarabanda…

Formas principales

Fuga

En la primera mitad del XVII era habitual contraponer los estilos fantástico y contrapuntístico en una misma pieza: se comenzaba imitando las improvisaciones del músico para hacerse con el instrumento, pasando después a utilizar técnicas de contrapunto con mayor rigor. Estas piezas, normalmente con el nombre de toccata o preludio, constaban así de dos secciones casi independientes.

Con el tiempo, esas dos secciones se convierten en movimientos separados, tomando la segunda el nombre de fuga. Esta consiste en el tratamiento contrapuntístico de un tema o sujeto que entra sucesivamente en las distintas voces (de dos a seis, o incluso más), acompañándose de un contrasujeto y otros temas secundarios. Cuando todas las voces han expuesto el sujeto, se pasa al desarrollo de los temas, utilizando técnicas ya antiguas, como la inversión (convertir los intervalos ascendentes en descendentes y viceversa), la aumentación o disminución (variando la duración de las notas), el estrecho (adelantando la entrada de los temas en varias voces) junto a técnicas nuevas (modulación a tonalidades vecinas o lejanas, desarrollo de motivos). Finalmente, se reexpone el sujeto de forma rotunda, casi siempre sobre pedales de dominante o tónica.

La suite

La suite consiste en una sucesión de danzas precedidas habitualmente por un preludio en estilo fantástico. Todos los movimientos están en la misma tonalidad y presentan forma binaria AABB con la modulación a la dominante y vuelta a la tónica (excepto el preludio, que tiene forma libre).

Una suite puede incluir cualquier número de danzas y en cualquier orden, aunque el esquema fundamental incluye cuatro: allemande, courante, sarabande y gigue, de origen alemán, francés, hispano y británico respectivamente. Se pueden añadir otras danzas, casi siempre entre las dos últimas, o sustituirlas por otras diferentes, según el gusto de la época, el autor o el lugar en que se ejecutarán.

A veces se utiliza la técnica llamada double, que consiste en presentar a continuación de una danza una variación de la misma, normalmente en forma virtuosística. Otras veces se encadencan dos danzas del mismo tipo repitiendo al final la primera, creando así el esquema AABB CCDD AB. Esta fórmula seguirá apareciendo más tarde en el minueto o el scherzo de las sonatas y sinfonías clásicas.

En Francia, la suite se destina con frecuencia a instrumentos solistas, como el clave o el laúd; otras veces incluye un grupo mayor de instrumentos. Fue muy habitual también en Alemania, con el mismo nombre de suite y también con el de obertura, sobre todo cuando es para conjunto instrumental; en Italia suele denominarse sonata o partita.

La sonata

Con el nombre de sonata se designaron en principio las piezas escritas para instrumentos de cuerda o viento, frente a la toccata para tecla o cuerda pulsada y la cantata para voz. Al principio se trataba de composiciones breves que explotaban la capacidad del instrumento, sin una forma fija y definida. Poco a poco evolucionan hasta abarcar varias secciones de carácter contrastante y finalmente se componen de varios movimientos independientes. El número y carácter de estos movimientos era variable, pero en general se distinguen dos tipos de sonata:

Sonata da chiesa

o de iglesia. Alterna movimientos lentos, de carácter homofónico, con otros rápidos, de carácter contrapuntístico. Se le denomina así porque se inspira en la música vocal religiosa, aunque en principio no estaban destinadas a su interpretación en la iglesia.

Sonata da camera

o de cámara. Se compone normalmente de una sucesión de movimientos de danza, al estilo de la suite, precedidos casi siempre de un preludio en estilo fantástico. Se puede decir que es la versión italiana de la suite francesa.

Aunque se compusieron sonatas para instrumentos solos, el término se utiliza casi siempre para combinaciones de instrumentos, que suelen incluir el bajo continuo. Las combinaciones más habituales son dos:

Otras posibilidades son la utilización de dos instrumentos sin bajo (dúos) o la composición para cuatro o cinco voces, incluido el bajo.

El concierto

El término concertado se utiliza desde principios del XVII para referirse al estilo que mezcla partes vocales y partes instrumentales; aparecen así el concierto vocal o el concierto sacro. A finales del siglo, el término concierto se usa también para piezas que incluyen dos o más grupos de instrumentos, frente a la sonata que incluye un solo grupo.

Las formas más habituales de concierto, según su instrumentación, son tres:

Concerto grosso.

Contrapone dos grupos de instrumentos, uno pequeño (concertino) y otro grande (concerto grosso). El primero suele estar compuesto por dos violines solistas y bajo continuo; el segundo, por violines primeros y segundos, violas y bajo continuo. Esta formación puede variar.

Concierto solista.

Contrapone un instrumento solista a un grupo. Este suele tener la misma formación que en el concerto grosso.

Concierto de grupo.

Las partes solistas se reparten entre los mismos instrumentos que forman el grupo, de modo que todos (o casi todos) son solistas en algún momento.

Al igual que la sonata, el concierto no tenía en principio un número fijo de movimientos ni una estructura particular para estos. Es una especie de sonata concertada, no una forma diferente. En el Barroco tardío se generaliza la forma en tres movimientos, primero y tercero rápidos y segundo lento.

Principales compositores

En muchos casos, los compositores que se dedicaban a la música vocal componían también música instrumental; pero hubo muchos músicos, casi siempre instrumentistas, que compusieron principalmente música instrumental, en general para sus propios instrumentos.

En la música para instrumentos de tecla, destacaron entre otros Girolamo Frescobaldi, organista de San Pedro de Roma y autor de numerosas toccatas; en Alemania, los organistas Dieterich Buxtehude y Johann Pachelbel. En Francia compusieron para el clave Louis Couperin y Elizabeth Jacquet, que fue también una importante clavecinista en la corte de Luis XIV. En España destacan el organista sevillano Francisco Correa de Arauxo y el valenciano Joan Cabanilles.

En los instrumentos de cuerda pulsada, son importantes el laudista inglés John Dowland, el tiorbista italiano de origen alemán Giovanni Girolamo Kapsberger o el español Gaspar Sanz, autor de un manual de guitarra e iniciador de la escuela guitarrística española.

Como autores de sonatas destacan el violinista austríaco Heinrich Biber, el violagambista francés Marin Marais o la compositora italiana Isabella Leonarda, primera mujer que publicó un libro de sonatas.

La figura fundamental de la música instrumental a fines del XVII y comienzos del XVIII fue el italiano Arcangelo Corelli. Publicó seis obras instrumentales con un plan bien definido: las cuatro primeras son sonatas en trío (de ellas dos con sonatas da chiesa y dos con sonatas da camera); la opus 5 se compone de sonatas para violín y bajo continuo (seis da chiesa y seis da camera); por último, la opus 6 es una colección de concerti grossi (ocho da chiesa y cuatro da camera), género del que se le considera creador. La música de Corelli se difundió por toda Europa y llegó también a América y a Japón, creando toda una escuela de seguidores. Uno de estos fue el alemán Georg Muffat, que introdujo el concerto grosso (y la suite orquestal) en Alemania.